La filosofía que guía estos principios fundamentales son: una educación individualizada, que se adapta a las características y necesidades específicas de cada alumno y que reconoce el derecho a ser diferente; una preparación para la vida realista, utilitaria y práctica que acompañe el desarrollo evolutivo y sea respetuosa con los ritmos de aprendizaje; una atención globalizada y una experiencia compartida con las familias que son eje en el proceso de atención y desarrollo educativo de sus hijos.

Las diferentes etapas educativas se caracterizan por una concatenación de objetivos interrelacionados a lo largo de todo el proceso educativo, en el que el trabajo en equipo, la coordinación interdisciplinar y la cooperación de las familias son piezas angulares de todo el proceso.